El ascensor abrió sus puertas, había llegado, empezó a caminar debía dirigirse a la sala 452.
Durante su camino se cruzó con varios doctores, enfermeras, ellos no sabían a lo que iba a la sala 452, y sería lo mejor hay secretos que es mejor no saber.
Sebastian, estaba cerca de la sala, pero hubo algo que lo hizo detenerse una chica salía llorando de la sala 451, su madre la abrazaba mientras ella se limpiaba las lágrimas, con la manga del jersey, Sebastian se ocultó, oía los gemidos de las dos mujeres.
-Mamá, no puede ser él, papá no- decía la chica llorando.
-Cariño, tranquilizate, papá ahora está en un lugar mejor- respondió la madre conteniendo las lágrimas.
-¡Mamá no tengo cuatro años!- gritó la chica.
-Vamos a casa Michelle- dijo la mamá.
Sebastian pensando que ya se habían ido salió de su escondite pero las dos mujeres seguían ahí, arreglándose los abrigos, Sebastian vio a la chica debía tener unos diecisiete años, su pelo era castaño oscuro, Michelle se giró y vio que Sebastian la estaba mirando, se puso roja de la rabia "¡Qué hace ese chico mirándome!" pensó, Sebastian bajo la mirada y se alejó.
Sebastian recordó a la chica de antes sus ojos azules, su enfado..., ya estaba en frente a la puerte de la sala 452, no le gustaba ir pero debía hacerlo.
La puerta era de color verde oscuro, había un cartel en el que estaba escrito con letras de color blanco Dr. Shielfd, Sebastian tocó pero nadie contestó, abrió la puerta, la luz era tenue, había armarios en los que había distintos tipos de intrumentos quirúrgicos, sábanas, frascos, papeles,etc.
Todos los armarios eran bastante grandes, Sebastian tocó un bisturí que había cerca de él, estaba frío pero muy limpio.
-Es peligroso tocar los objetos cortantes, ¿no crees Sebastian?- preguntó alguien.
Sebastian alzó la vista y vio una sombra en el extremo de la habitación, era el Dr. Shielfd
-No lo es cuando sabes como utilizarlos, doctor-respondió fríamente Sebastian.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario