martes, 25 de octubre de 2011

Sed de pesca.

Ligeramente se despidió,
fueron noches enteras llenas de corazones oprimidos,
sus ojos vieron como caían los muros de sus miedos,
entendieron que pescar no tiene sentido cuando vas solo,
las mañanas eran insoportables,
jugaron al escondite de los sentimientos,
se dejaron caer en la red del alcohol,
para olvidar recuerdos y palabras que no quise decirte,
las caracolas en su interior su nombre llevaban,
ellas gritaban su regreso,
los días lúgubres y tumbados sobre la hierba,
sensación de vacío y desperdicio de labios,
la noche aquella no era la típica,
era la noche en la que los planetas se alineaban,
agua y aceite se unían en en mismo vaso,
lluvia que agonizó hasta estallar,
olas de vientos que arrastraron consigo a personas y objetos como si de partículas de polvo tratase,
la batalla se libraba a kilómetros de tu cabeza y la mía,
ganaron los truenos,
los gritos de la gente eran ajenos para sus oídos,
ambos permanecían en la playa,
tan solo la lluvia y los truenos fueron sus compañeros aquella noche,
las caracolas gritaban pidiendo nuevas víctimas,
ambos entraron en el mar,
entendieron el frío ardiente del agua,
las olas daban bofetadas a sus cuerpos,
no las soportaron,
ambos de la mano fueron arrastrados,
en la noche de alineación de los planetas,
era la noche lúgubre,
sus gritos no se escucharon,
pués los tímpanos lejanos los hicieron de lado.

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