Se dice que se fueron a otro lugar, a una isla, encontraron refugio, nadie fue a rescatarlos y hoy en día no quieren volver a nosotros porque el dolor de introducirlos en nuestra vida sería insoportable.
Juegan ellos libres allí donde nadie pueda tocarlos, y tampoco hay quien los sienta.
Los hicimos a un lado y los arrancamos de donde estaban, en la cabeza, en el corazón, en la punta de la nariz, en la tibia o en el peroné.
Al igual que un juguete viejo y roto lo tiramos a la basura, los despreciamos, de la misma manera que ese juguete lo regalamos a alguien que lo necesita, nosotros lo vendimos o lo prestamos y sin saber en qué manos lo dejaríamos.
En esa isla y en ningún lugar más.
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